Tengo algunos ‘te quiero’ atorados en la garganta. Me cuesta mucho decir ‘te quiero’ aún cuando estoy absolutamente seguro que así lo siento. Las palabras se traban en mi garganta y no sé por qué.
He tratado de entender este problema. Entender, por ejemplo, por qué decir ‘te quiero’ al final de una llamada se me hace esquivo. Los puedo escribir, los puedo sentir pero me cuesta pronunciarlos. No creo ser el único en este silencio. Al contrario, escribo para quienes tienen un ‘te quiero’ pendiente y no quieren callarlo más.
El lado humano que olvidamos
Este no fue un tema del cual jamás imaginé escribir en Razón Celeste. Pero tuve que hacerlo. No pude aguantar más las ganas de compartir estas ideas. Porque a medida que he navegado el inicio de mi vida adulta, he aprendido una lección fundamental: es imposible seguir creciendo como persona mientras ignore mis emociones.
Muchos jóvenes, por ejemplo, escondemos nuestras emociones para transmitir fortaleza y valentía. Construimos nuestro Muro de Berlín emocional y cuando alguien intenta penetrar el muro, disparamos como elemento de disuasión. Volvemos a establecer una distancia. Buscamos ser fríos, distantes, aparentando que luchamos nuestras batallas como superhéroes invencibles.
Pero detrás de la máscara tenemos emociones y dolores que pesan. Son producto del camino que hemos recorrido. Estas emociones nos incomodan y las guardamos en un rincón oscuro para evitar lidiar con ellas. Con el tiempo se cristalizan y aunque aparentamos fortaleza, como todo cristal, nos podemos quebrar en mil pedazos con una mínima presión.
En esta búsqueda por ser superhéroes invencibles, nos olvidamos de querer. Nos olvidamos de las personas con magia para robarnos una sonrisa cómplice en la adversidad y de las personas leales que nos apoyaron aún en la tormenta más temible. Nos olvidamos de esas personas que día a día nos hacen mejores versiones de nosotros mismos. Así, cada ‘te quiero’ es un ejercicio de humildad reconociendo que podemos crecer como personas sólo cuando lo hacemos junto a las personas que queremos.
Querer
Querer no será fácil, pero querer inevitablemente le da sentido a nuestra vida. Cuando peleamos nuestras batallas más duras, querer nos fortalece. Nos hace acuerdo para quién lo hacemos. Nos recuerda que la vida vale la pena precisamente porque la podemos compartir con las personas que queremos. Un ‘te quiero’ de la persona correcta se siente como agua en el desierto; permite recobrar fuerzas para continuar nuestra lucha.
Por mucho tiempo pensé que se podía querer a las personas con el mismo silencio que quiero a mi equipo de fútbol. Es imposible querer en silencio. Me equivoqué. Querer en silencio es una herida abierta que no cicatriza. Te come desde adentro. Te angustia, te consume y eventualmente, se apaga.
Al contrario, dedicar un ‘te quiero’ es una improvisación que sólo es posible cuando nos acordamos que no somos imbatibles. Que quizá tropezaremos y que hay personas que nos quieren que nos ayudarán a levantarnos. Por eso, a veces es necesario gritar esos ‘te quiero’ a todo pulmón. Nos volvemos a sentir humanos, pues un ‘te quiero’ es un tesoro que debemos pronunciar para desbloquear su valor.
Despedidas, temporales o definitivas
Una de mis mayores motivaciones para un ‘te quiero’ es que realmente no sabemos si volveremos a vernos. We are living on borrowed time. El destino y los planes de vida que nos imaginamos pueden cambiar sin previo aviso. Nunca deberíamos ir a un funeral con un ‘te quiero’ pendiente que no se dirá.
En estos últimos años de mudanzas, he entendido también que ‘un te quiero’ es un símbolo de gratitud. Aunque nuestros caminos se separan, esta frase es un regalo que ambos llevamos para siempre. Es símbolo de amistad, de amor y de una gratitud profunda por el tiempo compartido. Un ‘te quiero’ se convierte en un lazo perpetuo; donde sea que la vida nos lleve, ese ‘te quiero’ no se mancha.
Por eso, los ‘te quiero’ no deberían estar reservados para los grandes momentos, ni las despedidas de aeropuerto. Deberían ser cotidianos, usados día a día. Una frase que nos permita reconectar con las personas que nos hacen quienes somos.
Tuve la fortuna de escuchar un ‘te quiero’ todos los días antes de salir a la escuela. Callaba mi ‘te quiero’ de vuelta. Lo tenía atorado en la garganta muriendo por ser pronunciado. Pero solo con escucharlo, me sentía imparable. Ese ‘te quiero’ era mi gasolina, mi paraguas y mi motivación. Tardé demasiado tiempo en entender que los verdaderos superhéroes son precisamente esas personas que nos quieren incondicionalmente. Todavía atesoro esos ‘te quiero’, aunque ahora lleguen a distancia y por teléfono.
Querer en sentido macro
En esta tendencia del mundo moderno hacia la reclusión, podemos ser el calor que permita contrarrestar los inviernos que muchos lamentablemente batallan en soledad. Estos pequeños actos, esos saludos triviales son herramientas para crear capital social. Ser y hacer comunidad, son también formas de decir ‘te quiero’ sin palabras.
Boston fue un shock. No estaba acostumbrado a una sociedad tan fría. Una cultura de apatía y rostros poco efusivos. Definitivamente fue un choque cultural ver a los porteros de los edificios no saludar de vuelta. Se me hizo inconcebible ver un vecino entrar al ascensor sin corresponder un saludo de amabilidad. Pero estos cambios me hicieron consciente que aún en sociedades frías, podemos ser personas de calor.
Proteger nuestro capital social, advierte Robert Putnam en Bowling Alone, evita que nos encerremos en nuestras realidades impersonales. Saludar al vecino cuando lo encontremos en el pasillo, por ejemplo. O conversar con un desconocido en la fila del supermercado. Son pequeñas interacciones, que a veces parecen triviales, pero son elementos cruciales para sentirnos queridos dentro de una comunidad.
El lado humano que no podemos esconder
Los grandes empresarios y los jefes de Estado, los políticos y también los autócratas, todos son humanos. Todos sentimos emociones. Aprender a procesarlas sólo nos hace más fuertes. Demasiado frecuentemente nos olvidamos que para ser buenos profesionales tenemos que primero estar bien como personas.
Detrás de nuestros propios Muros de Berlín, hay mensajes y emociones que tenemos que descubrir. Hay sentimientos que tenemos que comunicar para seguir creciendo. Si mandamos las emociones al paredón de fusilamiento, terminaremos como el verdadero Muro de Berlín: destruídos desde dentro. Por eso, pronunciar esos ‘te quiero’ pendientes es mostrar gratitud con las personas que nos han acompañado en el camino.
No puedo controlar los ‘te quiero’ que nunca dije. Pero sí puedo asegurarme de nunca más callar esos ‘te quiero’ que a futuro espero dedicar a los verdaderos superhéroes de mi vida.
Tan cierto y tan cotidiano