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"La nostalgia es una mierda"



No, no lo dije yo. Lo dijo mi buen amigo Daniel almorzando en Boston con nuestro grupo de amigos. Nos habíamos reencontrado todos a un año de nuestra graduación. Él lo dijo, pero todos lo sentimos: la nostalgia es una mierda.


Tengo que confesar que durante el último año he estado batallando contra la nostalgia. Sentía extrañamiento, tristeza y soledad. Pero no hay jarabe para la nostalgia, como sí lo hay para la tos. Por eso, empecé a viajar, a escuchar y abrir mi perspectiva de vida buscando curar mi nostalgia incomprendida. Qué tarea jodida definir la nostalgia, pero voy a intentarlo en estos párrafos con el único propósito de contarles mi conclusión: la nostalgia, también, es gratitud por lo vivido.


Mi camino

Cuando recuerdo mis años en la universidad, se me inundan los ojos de lágrimas. Fueron, sin duda, cuatro años bien vividos donde construí amistades que me tocaron el corazón. Hubo personas que se volvieron mi familia con quienes compartí momentos inigualables y con quienes estaré eternamente agradecido. Disfruté esa etapa al máximo, porque como bromeo repetidamente: vida, solo hay una. 


Traté de prepararme emocionalmente porque sabía que esa etapa acabaría. Y aún así, despedirse fue una verdad durísima de tragar. Dejamos atrás una rutina de vida, pero también una forma de compartir el mundo con las personas que más quieres. A veces, el mundo digital te quiere convencer de qué están ahí cerca, a un clic de distancia. Los agregas a ‘Close Friends’ y cierras los ojos esperando que aparezcan, pero ya no están más.  


Ha pasado apenas un año, pero se siente una eternidad; como si nada nunca fuera a ser lo mismo porque es imposible escribir la misma historia, sin los mismos protagonistas. Amigos de fiesta hay, pero compañeros de vida, pocos. Para mí la nostalgia no es extrañar un lugar, un espacio o una persona, sino una combinación de elementos que juntos hicieron un momento increíble de tu vida.  Quizá no será más, pero al menos fue. 



Lo que fue y lo que pudo ser

Por ello, la nostalgia debe ser también un símbolo de gratitud. Si no hubiéramos disfrutado tanto esa etapa de nuestra vida, ¿realmente qué estaríamos extrañando? Así, no nos costaría tanto virar la página y empezar a escribir el siguiente capítulo. Me siento incalculablemente grato de haber compartido amaneceres con la mejor compañía y haber tenido conversaciones inspiradoras con mentes brillantes. Soy excesivamente privilegiado en poder llamar amigos y amigas a personas con una hambre inacabable de comerse el mundo. El sentir nostalgia es sinónimo de una etapa bien vivida.


Yo he aceptado que posiblemente la nostalgia nunca salga de mi.  Me costó mucho tiempo internalizar que no podía volver en el tiempo y revivir esa etapa de mi vida. Extrañaba demasiado lo que pudo haber sido, los besos que nunca dí y las fiestas que me perdí. Pero esa etapa se fue para siempre y aferrarme al pasado significa olvidarme que mi único camino es hacia adelante. No existe una medicina científica contra la nostalgia, tenemos que aprender a convivir con ella. 

Para mí, comienza por ser muy consciente del rol que ejerce la nostalgia en nosotros. Porque habrá restaurantes que nos recuerdan a primeras citas, canciones que nos devuelven a esa época y fotos que al verlas, nos quiebran de emoción. Y cuando miremos hacia atrás y reflexionemos sobre épocas pasadas, dejemos que alguna lágrima caiga. Es saludable y es normal, pero fundamentalmente es la forma como combinamos la gratitud de lo que somos, con el deseo de lo que buscamos ser.


El propósito de nuestra vida

Hace pocos días, a recomendación de una persona a quién admiro mucho, releí Man 's Search for Meaning. Meditaba sobre cómo encontrar mi propósito de vida en esta etapa post-universitaria. A los jóvenes, muchas veces nos desespera no encontrar todavía el sentido de nuestra vida. Queremos descubrir nuestro propósito inmediatamente, pero nos olvidamos que para encontrarlo es esencial seguir viviendo y experimentando. 


Las mudanzas, los cambios y las vueltas a empezar nos fortalecen, aun cuando sentimos que una parte de nuestra esencia se evapora cuando damos vuelta la página. Es duro pero necesario aprender a decir adiós, pues nos convierte en narradores activos de nuestro siguiente capítulo. La fábula la cuenta quién la escribe, no quién la lee. 


Así que Daniel, en efecto, la nostalgia es una mierda. Pero puede también no serlo. Cuando la usamos para identificar qué extrañamos y de qué estamos gratos, podemos encaminar esa visión hacia el futuro que escribimos día a día. La nostalgia será un dolor que ninguna aspirina podrá calmar. Quizá solo escribiendo activamente nuestros siguientes capítulos, podremos poner punto final al extrañamiento por lo pasado, sin perder la gratitud por lo vivido.


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Valeria Arango
Valeria Arango
May 30, 2024
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Efectivamente me siento privilegiada de haber tenido conversaciones con una mente tan brillante como la tuya.

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